El primer principio
Cuando uno visita el templo Obaku en Kyoto ve talladas sobre la puerta las palabras «El primer principio». Las letras tienen un tamaño fuera de lo común, y quienes aprecian la caligrafía siempre las admiran como una obra maestra. Las dibujó Kosen hace doscientos años.
Cuando el maestro las trazó lo hizo sobre papel, a partir del cual los artesanos realizaban la talla más grande en madera. Mientras Kosen diseñaba las letras, le acompañaba un discípulo osado que había preparado la tinta para la caligrafía y que nunca dejaba de criticar la obra del maestro.
–Eso no está bien –le dijo a Kosen tras el primer intento.
–¿Y ahora qué te parece?
–Mal, peor que antes –respondió el alumno.
Kosen escribió pacientemente en una hoja de papel tras otra hasta acumular ochenta y cuatro «primeros principios», pero seguía sin tener la aprobación del alumno.
Entonces, cuando el joven salió un momento, Kosen pensó: «Ahora tengo ocasión de esquivar su fina vista», y escribió apresuradamente, con la mente libre de distracciones: «El primer principio».
–Una obra maestra –afirmó el discípulo.